Publicado en Diario SUR por Jesús Pérez-Lanzac Muela
En el Acuerdo estratégico UE-Mercosur España puede y debe desempeñar sin duda un papel extraordinario, no sólo por el aumento de las exportaciones de sus propios bienes y servicios, sino como función vehicular de la UE en Hispanoamérica y viceversa

Entretenidos con nuestras habituales riñas domésticas, ha pasado casi desapercibido para la opinión pública el Acuerdo de Asociación Estratégica de libre comercio logrado el mes pasado en Osaka entre la Unión Europea y Mercosur, con alcance para una población de más de 800 millones de personas, pendiente su eficacia sólo de meros trámites administrativos. Tras 20 años de negociaciones complejas un impulso último de España y Alemania logró el acuerdo, salvando las reticencias de Francia y sus sectores agrarios y ganaderos. El hecho abre beneficiosas perspectivas tanto para la UE como para Mercosur que merecen una, al menos, primera reflexión.

En una economía globalizada y ante el conflicto comercial entre USA (PIB 2017 de 19,3 billones de dólares y una población de 326 millones), y China, (PIB de1 2,24 billones de dólares y 1.386 millones), que sin duda presenta rasgos de un futuro incierto para el libre comercio, se olvida que el PIB de la UE es de 15,88$ y una población de 512 millones, magnitudes que no se traducen en posiciones de fuerza en el orden económico mundial por la propia debilidad constitutiva de la UE, donde los Estados siguen siendo en última instancia soberanos, por las debilidades puestas de manifiesto con el ‘Brexit’ y falta de confianza de la población, por la complejidad en la toma de decisiones y de las propias instituciones comunitarias y por la ausencia de una defensa militar europea conjunta. Cierto es que la UE se debate en líneas de velocidades diferentes, norte-sur, pero también es cierto que la ampliación de los acuerdos comerciales con otras áreas internacionales, como el alcanzado con Mercosur, permite vislumbrar el auge del libre comercio y consecuente desarrollo económico frente a las restricciones del América First propugnado por la era Trump. Como toda transacción, tiene beneficios y costes. La UE abre un amplio mercado para sus bienes y servicios, aunque también es verdad que el sector primario interno, fuertemente subvencionado, deberá afrontar una especialización de sus productos elaborados y la reordenación del sector primario europeo, agricultura y ganadería, por el aumento de las importaciones de carne de vacuno y cerdo, avicultura, azúcar, arroz, miel y soja, entre otros. Por contra, aumentarán las exportaciones de automoción, infraestructuras, maquinaria, químicas, farmacéuticas y textil. En un análisis conjunto, los acuerdos alcanzados fortalecen a las dos partes y abren sus perspectivas de desarrollo.

Por su parte, Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, Venezuela está suspendida) tiene un PIB de 4,75 billones de dólares y una población de 295 millones, estando como países asociados Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, etc., lo que representa la quinta economía mundial y una masa poblacional crítica. Para Latinoamérica el acuerdo supone un impulso a su propia asociación económica y el incremento de sus exportaciones, sobre todo agropecuarias y de materias primas, pero también de servicios e industriales. Como se sabe, estos esfuerzos de integración llevan largos períodos de maduración, pero, una vez puestos en práctica, producen beneficios perceptibles por la mayoría de la población y constituyen un ejemplo a seguir por otros países latinoamericanos asociados, de más de 80 millones de población y un PIB de 2,49 billones, a los que sin duda seguirían la mayoría de países americanos no asociados, con la salvedad de México, 2,5 billones de PIB y 130 millones de habitantes, cuya economía está fuertemente vinculada al vecino del norte mediante el tratado TLCAN, aunque recientemente presionado por el proteccionismo USA.

En cualquier caso, geoestratégicamente, el acuerdo UE-Mercosur abre una ventana de oportunidad tanto para Europa como para Latinoamérica, nuevas perspectivas de apertura comercial y entendimiento de las economías, y también de colaboración científica, cultural y la cada vez más relevante economía del conocimiento, frente al cierre proteccionista de la era Trump en plena pugna con China. Un área de libre comercio que fácilmente puede alcanzar los mil millones de población y el mayor PIB del mundo es un hecho altamente significativo que incide en la geometría del orden económico globalizado. El Acuerdo representa una apuesta por las sociedades abiertas frente al cierre proteccionista del populismo de derechas, tendencia que, como sabemos, también existe en países europeos (Le Pen, Salvini, Orban, Farage, Wilders) como efecto pernicioso de la reordenación económica que la globalización exige.

En el Acuerdo estratégico UE-Mercosur España puede y debe desempeñar sin duda un papel extraordinario, no sólo por el aumento de las exportaciones de sus propios bienes y servicios, sino como función vehicular de la UE en Hispanoamérica y viceversa, no en vano la lengua y cultura común facilita el entendimiento y el intercambio. Al mismo tiempo el Acuerdo permitirá reequilibrar las diferentes velocidades de las Europas norte-sur, aumentando moderadamente el peso de España, Portugal, Francia y, porqué no, Italia, en la propia UE, así como una salida al gigante Alemania, con un superávit del 2,9%. Sólo el desarrollo práctico de los acuerdos y sus resultados podrá darnos una visión objetiva de sus beneficios y repercusión en el bienestar de la población. Abierto el camino, hay que andarlo, pero sin duda se ha abierto una ventana de oportunidad que no podemos desaprovechar.

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