Publicado en Diario SUR por Jesús Pérez-Lanzac Muela
Algunos no perdonan tanto éxito. Mejor será que investiguen y rebatan con hechos y argumentos sólidos y no con prejuicios y descalificaciones ideológicas, cuando no directamente políticas

Conociendo el percal de nuestro solar patrio, extrañaba ya que desde el 7 de diciembre de 2016, fecha en la que presentamos en el Ateneo de Málaga el libro de María Elvira Roca Barea ‘Imperiofobia y leyenda negra’ hasta hace poco, no se agitaran las mentes carpetovetónicas contra sus tesis y, como es habitual, contra eam. La publicación de ‘Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días’, Premio Espasa de ensayo 2019, ha terminado por desatar la recurrente polémica sobre la historia española, un verdadero campo de batalla donde imperan las banderas de uno y otro bando, sin que los tozudos hechos les limiten a ninguno de ellos. A vueltas con el supuesto problema, enigma de España, metafísica actualmente inútil en un mundo globalizado y cibernético, quizás pertinente en tiempos del famoso debate entre Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz, pero hoy irrelevante. No existe un problema específico español distinto al que pueda existir en Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y el resto de países. Y Elvira Roca se remite a los hechos, eso sí, con soltura y claridad, fundamento de su éxito, para alegría de sus miles de lectores.

Líbrennos de debatir y entrar en el terreno acotado de los historiadores, pero permítase referirnos a señaladas intervenciones de la polémica. El profesor Villacañas (‘Imperiofilia y el populismo nacional-católico’), en un furibundo ataque personal, llega a tildarla de amateur desinhibida; él, por lo visto, debe ser un profesional inhibido incapaz de cosechar lectores, lo que le irrita mucho: no rebate pero insulta. Otro académico, Martínez Shaw, habla sin más de falseamiento de la historia, creyéndose él depositario de una supuesta episteme científica, cientificidad de la historia, más allá de los hechos concretos, sin demostrar que los datos, citas, referencias y documentos aportados por la autora sean falsos. En ambos casos no son sino meras opiniones contra hechos objetivos, descalificaciones ideológicas sin argumentos ni fundamentos. Por último, Pérez Reverte, en una rabiosa trasluchada con levante fuerza 7, pone verde a nuestra autora, a la que tilda gratuita y erróneamente de nacional-católica sin haber leído bien sus libros, picado por una supuesta mención a su Capitán Alatriste (que por cierto es un perdedor muy triste con lo risueños que somos los españoles) y picado también en una presunción fallida de ataque a los ilustrados del XVIII de su ‘Hombres buenos’: excusatio non petita. Nunca me atrevería a criticar a Pérez Reverte por respeto a sus numerosos lectores, pero su intempestiva diatriba da pie a decir, como lector, que su ‘Sidi’ es apenas un simple cuento del capitán Trueno. Le aconsejo que lea ‘6 relatos ejemplares 6’, buena literatura de su criticada adversaria.

Aunque María Elvira se defiende sola sobradamente, entendemos que en Málaga también es necesario salir en su defensa, uniéndonos a los más de cien firmantes de la Carta Abierta a ‘El País’ (por cierto, no publicada en ese medio), entre los que se encuentran Savater, Boadella, Arcadi Espada, Gómez de Liaño, Berta González de Vega, etc. Y no sólo por los argumentos que allí se alegan, sino porque se pretende erróneamente encasillarla en un bando contra otro bando, cuando siempre ha estado al lado de la gente del común, el pueblo llano, sujeto ocultado por unos y por otros, el que se levantó en armas contra el invasor francés, el que arrebató la soberanía nacional al rey felón y se la otorgó a la Nación española, el mismo pueblo llano que hemos leído con satisfacción sus libros y asistido a sus conferencias, y nos ha reconfortado abriéndonos un panorama que nos pacifica con nuestra propia historia. Un éxito insoportable para los intolerantes, para los que pretenden que esté con la España imperial o con su desmembramiento, llevando a la historia al terreno de la confrontación política. Planteando España como un problema tremendo y anormal, ambos bandos tiene una solución también tremenda y anormal: autoritarismo o disolución, cuando no se trata sino de descubrir hechos que conforman nuestra historia para despejar la niebla. Incluso para entender mejor lo que está ocurriendo en nuestros días.

Indudablemente María Elvira ha puesto una pica en Flandes con sus libros y sus numerosas intervenciones, conferencias y entrevistas y con ello se ha ganado miles de lectores, seguidores y admiradores. Algunos no perdonan tanto éxito. Mejor será que investiguen y rebatan con hechos y argumentos sólidos y no con prejuicios y descalificaciones ideológicas, cuando no directamente políticas. Nosotros animamos a María Elvira Roca Barea a que siga trabajando en su línea, recuperando hechos deliberadamente ocultos, levantando velos, despejando brumas, rescatando del olvido gestas y datos para mejor comprender nuestro pasado y presente. Y con esa actitud de alegre y firme luchadora que nos encandila.

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